LOS DETERMINANTES
CINCO VALORES.
Sabemos
del largo camino recorrido por nuestra especie hasta el día de hoy. Del tiempo
cuando según la teoría, un antepasado nuestro hace seis millones de años
decidió bajar del árbol, ponerse en pie, convirtiéndose al andar en el primer
Homo Sapiens. Fue el motor de su expansión cerebral, su postura bípeda y
destreza manual, “evolución en mosaico” como gusta decir la paleontología.
(Juan Luis Arsuaga 2019) “Los finalistas” quedaron atrás con su apuesta: “el desarrollo del cerebro fue antes que la
postura bípeda”. Hoy sabemos que el motor de la evolución
humana, fue la destreza manual. Si, el cerebro es función de la pericia. De
cómo se va desenvolviendo el cuerpo, de cómo lanzando piedras cada vez con
mejor puntería, tirando palos -coordinación visomotora- marchando erguido y
corriendo cada día más veloz, el cerebro se fue expandiendo y creando nuevas
fisuras.
Y es
que la vida en sí es un proceso inteligente, independiente del cerebro como lo
demuestran los microorganismos que carecen de él y sin embargo: actúan
inteligentemente (Grover Cleveland “Cleve” Backster Jr. Efecto Backster
2003).
Que
ante el principio de la selección natural que formularon Charles Darwin y
Alfred Russel Wallace, dónde basaban dicha selección en la competencia entre
individuos, afirmando que sobreviven los más aptos, adaptativos y fuertes,
debemos preguntarnos ¿Cómo es posible que un gorila o bonobo torpe y lento,
cuando decidió un día dejar de utilizar las ramas de los árboles para
trasladarse por el suelo pudo transformarse en la especie más dominante del
planeta? Ni era el más fuerte, ni el más alto, ni el más veloz. ¿Qué pudo
pasar? La respuesta la encontramos observando la naturaleza, constatando que,
si por algo se caracteriza nuestro mundo y sigue en pie, no es precisamente
porque destacamos en fuerza e inteligencia, sino por nuestra determinación en
estar permanentemente en comunidad, por nuestra voluntad de cooperar y ser
altruistas.
Los más
aptos son aquellos que no solo saben adaptarse al entorno, sino que logran
adaptarse con éxito al proceso de vida. De su vida. Qué se adaptan a ellos
mismos, a sus metas, a sus valores; a la dignidad. Los aptos son aquellos que
son ellos. “La locura es no ser tú” y como menester requerimos de cinco
valores básicos que debemos cultivar y transmitir: paciencia,
cooperación/altruismo, empatía, confianza y honestidad. (valor comentado en un anterior
artículo.)
1.
Paciencia.
Si nos
emplazamos con mirada de etólogos a observar la naturaleza, podremos constatar
como la mayoría de los animales siguen de manera puntual tres instintos
básicos: comida, reproducción y huida. A pesar del hambre que los anima a
lanzarse sobre la primera presa que encuentran, las especies que hemos
permanecido y evolucionado; todas hemos desarrollado “la paciencia”.
Sabemos esperar. Entra en acción cuando su cerebro primario les avisa de esa
necesidad; actúan “por instinto” y sin pensárselo dos veces su respuesta
inmediata es la paciencia. Y unas veces cenan, otras son el mejor manjar. La
paciencia es imprescindible para el depredador, sea animal salvaje o humano.
Valor en alza a medida que se van ampliando ramas en la evolución. Estadio de
perfeccionamiento donde al sentir hambre el depredador, todo su ser toma la
decisión de moverse en busca de una pieza, y en cuento la encuentra, antes de
cualquier ataque y a pesar del hambre y ansia; se contiene. Observa,
selecciona, hasta encontrar aquello que puede vencer o fácilmente cazar, y solo
es en ese momento cuando decide lanzarse al ataque. O ir en grupo buscando para
el embate en la manada enemiga, a lo más tierno, tullido o añejo. Un éxito, y
todo gracias a que ha desarrollado el valor de la paciencia. Aprendido a dominar, contener al instinto.
También
los seres humanos somos capaces de esperar si la recompensa nos satisface. Nos
contenemos, y con paciencia decidimos esperar un poco más con tal de tener una
mejor vivienda, detener el ansia de comer el grano de trigo para disfrutar
después del pan recién horneado. La paciencia en años de formación, quizás ante
temas que se pueden antojar abstrusos, pero que la clara meta que visualizamos
hace que nos armemos de paciencia con tal de alcanzarla. Si, la paciencia es
una de las necesarias estrategias de adaptación para andar con éxito a lo largo
del proceso de vida.
2.
Cooperación/Altruismo.
El Dr. William M. Muir, profesor de ciencias animales
en la Universidad de Purdue, dirige su programa de investigación sobre los
nuevos métodos genéticos para mejorar el bienestar de los animales agrícolas.
En uno de sus trabajos, sobre el valor que representa la cooperación, llevó a
cabo el siguiente proceso: coloco en distintas jaulas a un grupo de gallinas
sin llevar un criterio. A partir de ese momento, empezó a observarlas con el
fin de seleccionar a las más productivas. Una vez obtenido el grupo compuesto
por las mejores, concentró a todas ellas en una misma jaula. Y fue un rotundo
éxito; se convirtieron en unas auténticas máquinas de poner huevos. Había
seleccionado solo a las mejores y como consecuencia ofrecían lo mejor.
Generación tras generación el aumento de huevos era exponencial. Triunfo completo
ya que había conseguido rodearse mediante la selección de las mejores. Pero
ocurrió que al llegar a la sexta generación apareció algo insólito, estas
nuevas maravillosas gallinas, ponedoras ejemplares, fuertes, robustas, las
mejores entre todas, se volvieron agresivas, empezaron a desplumarse, bajando
la producción en picado a la siguiente generación.
Después de esta
experiencia, el Dr. William incorporó en su investigación una nueva variable.
En la selección a llevar a cabo el nuevo grupo estuvo compuesto por algunas de
las mejores gallinas ponedoras, otras medianas e inclusive con otras que no
producían, y empezó a observar cómo generación tras generación la producción
iba en aumento hasta que al llegar a la quinta descendencia, la obtención de huevos
había aumentado un 160%. ¿Qué había ocurrido? Para sorpresa de los
investigadores resultó que a medida que pasaban las generaciones se encontraban
frente a un grupo cada vez más tranquilo, colaborador y empático. (Wilson, D.S.
y Wilson, E.O. 2009). Los egoístas ganan
a los cooperadores dentro del grupo, y los cooperadores ganan a los egoístas
entre grupos.
El éxito del grupo,
de la sociedad, no tiene nada que ver con los más fuertes, ni los más listos,
sino con la voluntad de sus integrantes sobre su disposición a cooperar. Y es
que vale quien sirve.
3.
Empatía.
Uno de
sus hallazgos (De Waal, 1993) fue
comprobar –entre otras- que, en la supervivencia y fuerza de las especies, uno
de sus éxitos consistió en la presión que empuja a una madre a cuidar de sus
hijos. –primero conducta, después desarrollo encefálico- Comprobamos aquí la
importancia capital que tuvo y tiene el desarrollo de la empatía en el proceso
de la vida; la orientación de toda madre hacia sus crías. Solo las hembras de
las especies que han llevado a cabo esta conducta, son las que aún persisten.
La
ciencia nos dice que los seres humanos no somos egoístas por naturaleza.
Somos pacientes, cooperativos y empáticos, valores que sumados a los que a continuación expondremos, nos han
permitido sobrevivir y dominar al mundo.
Intimando
en la empatía, el etólogo Marck Bekoll profesor titular de Biología en la
Universidad de Colorado, premio de la Animal Behaviour Society en el año 2000
por su contribución al estudio del comportamiento animal, y la filósofa Jessica
Pierce (Bekoff, M y Pierce,J..2010) en su investigación sobre la moral
pudieron constatar en algunos animales todo un conjunto de comportamientos
como: la empatía, la compasión, la honestidad, el altruismo, la confianza, el
consuelo, el juego limpio y el perdón. A tenor de ello Bekoff y Pierce llegaron
a la conclusión que la piedra angular de la moral es la empatía. Si los
animales pueden ponerse en lugar de los otros, sentir lo que un tercero siente,
también podrán ser compasivos, procurar no hacer daño y velar por su bienestar.
La empatía es la fuente de la moral. Elemento necesario para la supervivencia.
4.
La
Confianza.
Para
saber por qué la gente tiende a la confianza, vamos a referirnos al Dr. Paul
Zak, profesor de la Universidad de Claremont, California del Norte y hablar de
su campo de investigación al ser uno de los científicos más preocupados en la
confianza; en ese constructo que la engloba que no es otro que la moral;
conjunto de costumbres y normas de comportamiento que el ser humano tiene
introyectado como buenas.
La
confianza es un valor fundamental y como tal, todos debemos poseer. ¿Cómo vamos
a poder efectuar acción alguna si carecemos de confianza? Necesitamos creer.
¿Cómo acometer alguna acción sin contar con la confianza, con la certeza que
estás haciendo la correcto? La confianza proporciona seguridad y participa a su
vez, en la génesis y mantenimiento de la paciencia.
En su
investigación sobre la búsqueda de una química de la confianza, (Zak, P.L 2012)
pudo comprobar lo determinante que es la oxitocina para el desarrollo de este
valor. Esta hormona exclusiva de los mamíferos, tiene la virtud de ser el
motor, hacer posible en las hembras cuidar por su camada y a las mujeres
facilitar el parto y la lactancia. Recordemos: primero es la conducta, conducta que provoca oxitocina. Oxitocina que
provoca una agradable sensación; placer. Delicia que crea adicción a confiar, a
realizar una conducta moral. Podemos afirmar que la oxitocina es la hormona
de la confianza. ¿Por qué lo hacemos? ¿Qué se siente cuando la oxitocina inunda
el cuerpo?: Confianza y empatía.
Como decíamos al inicio de este artículo la ciencia sigue
manteniendo como teoría el paradigma de la evolución. El principio de la
selección natural de Darwin y Wallace, basado en la competencia, en los más
aptos y fuertes; en el egoísmo, hoy nos dice que está descaminado. Para alcanzar
el éxito debemos apoyarnos en la paciencia, el altruismo, la empatía, la
confianza y la honradez. Son estas virtudes las que nos han posibilitado
dominar la Tierra. Estamos diseñados genéticamente para ser morales. Para ser
nosotros.
Referencias.
1. Arsuaga, JL. Vida, la gran historia. (2019) Ed. Destino. Barcelona.
2. Backster, C. Primary Perception:
Biocommunication with Plants, Living Foods, and Human Cells (2003). Edt.
White Rose Millennium Pr.
3. Bekoff, M y Pierce, J. Justicia salvaje. La vida moral de los animales. (2010). Ed. Turner. Madrid.
4. De Waal, F. La política de los chimpancés (1993) Alianza Editorial. Madrid.
5. Wilson, D.S. y Wilson, E.O. (2009). Evolución
por el bien del grupo. Investigación y ciencia, 288: pp.46-57.
6.
Zak, P.L., La molécula de la felicidad. El origen del
amor, la confianza y la prosperidad. (2012). Ed. Indicios. Barcelona.

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