CULTIVAR
EMOCIONES SALUDABLES
PARA LA SALUD
MENTAL.
En estos
momentos sociales donde la depresión, el estrés, la ansiedad e incluso la
soledad se han agudizado convirtiéndose en pandemia, fomentar estados de tranquilidad
y serenidad interior no solo es beneficioso, sino que se ha vuelto esencial
para la salud mental y el bienestar de la población, realidad que nos lleva a
trabajar con herramientas que la cultiven como un hecho preventivo y necesario
dada su labor terapéutica.
Empezaremos
diciendo que hablar de emociones saludables en ningún momento quieren decir que
sean por sí mismas sinónimo de positivas, las llamamos saludables porque en el
momento dado, sabemos reconocerlas, manifestarlas y tratarlas adecuadamente,
sin represión alguna, permitiéndonos al aceptarlas incrementar nuestro
crecimiento personal, maduración. Un ejemplo de ellas que, por nuestra
inmediata respuesta positiva, hemos convertidas en saludables pueden ser:
· Tristeza. Ante ella cuando ocurre, que
reflexionamos sobre el tema, vamos a la causa, utilizamos la energía para
recrearnos en la escena, terminando por comprender con el siguiente paso de
aceptar. Llorar si se requiere o hablar con un amigo.
· Alegría. En cuanto llega, lo
primero agradecer, compartirla y disfrutar de esos momentos.
· Miedo. Al reconócelo, saber por
qué llegó, saber tomar las precauciones necesarias, aceptar y buscar apoyo si
fuera necesario.
· Disgusto. Saber expresar ese
malestar con calma, sin agredir en ningún momento.
En función
de las respuestas que hemos llevado a cabo aparecen en nosotros seis grandes
manifestaciones:
1.
Empatía.
Nuestra
capacidad de ponernos en el lugar del otro. Comprenderle, respetarlo y nuestra
primera descarga hormonal: oxitocina.
2.
Hablar
adecuadamente. Saber
transmitir asertivamente y de forma respetuosa lo que en ese momento estamos
sintiendo.
3.
Reconocimiento
emocional. Hemos
sabido dar nombre a nuestras emociones con el fin de poder trabajar con ellas.
Ejemplo: diferenciado entre tristeza (estado emocional caracterizado por
sentimientos de infelicidad o desesperanza) y decepción (sentimiento de
insatisfacción que surge cuando no se cumplen las expectativas. Si perdura es
un desencadenante para la frustración, decepción. Todo ello fuente de
estrés psicológico.
4.
Adaptación.
Hemos
adquirido la habilidad para utilizar la energía proporcionada por nuestras emociones
para la toma de decisiones, resolviendo a favor de nuestros intereses un
conflicto o aceptarlo (que en modo alguno quiere decir que nos hemos rendimos).
5.
Realidad
emocional. Ser
conscientes que es “esa” emoción y no otra la que estamos sintiendo en esos
momentos. Aceptándola sin disfraz alguno.
6.
Medirla.
Saber
manejar en todo momento su intensidad, sin reprimirla o excedernos.
Dicho esto,
podríamos preguntarnos, pero ¿Por qué son saludables y como consecuencias
importantes? Porque partiendo de la aceptación, nuestra toma de conciencia,
podemos canalizar su energía en el reconocimiento de lo que somos, asumir
decisiones plenamente conscientes, practicar respuestas llenas de valor como
son el aprendizaje, la maduración, e inclusive el agradecimiento al otro por
haber ayudado a profundizar en la realidad como individuo, hecho que mejora las
relaciones personales, enriquece la autoestima y como consecuencia previniendo
problemas de salud mental. Para alcanzar la tan ansiada tranquilidad y como
consecuencia una óptima gestión de las emociones, algunas estrategias clave a
considerar, pensamos que deben incluir:
1.
Técnicas
de regulación emocional y respiración consciente. Un excelente ejercicio que lo
podemos llevar a cabo a través de la Sofrología (5).
2.
Reminiscencia
positiva y reconexión con la biografía. Ya tratado en otros
artículos. Consistente en reconciliarse con su biografía con el fin de
restaurar la paz interior. Utilizar la energía para reinterpretar momentos
difíciles con una mirada valorativa difuminando el yerro. Le recordamos que usted
no fue culpable, si obró como obró en aquel determinado momento, fue porque
creyó que era lo mejor. Hizo lo que pensaba que era idóneo (6).
3.
Conexión
con la naturaleza y el silencio. Pasear al aire libre o simplemente ser consciente de
su silencio mientras contempla la naturaleza. Esta actividad además de
tonificar los músculos, es un excelente ejercicio cardiovascular al aumentar la
frecuencia cardíaca con la consiguiente mejora de la circulación sanguínea. Se
disminuye el riesgo de hipertensión y accidente cerebrovascular. En cuanto a
nuestro tema que es la salud mental, el pasear al aire libre además de aumentar
la sensación de bienestar y reducir la ansiedad, nos permite liberar
endorfinas, hormonas que permiten mejorar nuestro estado de ánimo y reducir el
estrés.
4.
Terapias
de Contacto Afectivo. El
abrazo es una de las herramientas más poderosas: regula el cortisol, estimula
la oxitocina y ayuda a restablecer el vínculo emocional con los otros.
5.
Espacios
Creativos y Meditativos. Actividades
como escribir, pintar, bordar nos permiten enfocarnos en el ahora y hacer
parada de pensamiento con el consiguiente descanso.
Una vez descrita que entendemos por una
emoción saludable, las seis manifestaciones que generan en el organismo en
función de nuestra respuesta y las estrategias para alcanzarlas, puede que
surja la pregunta ¿Por qué la perentoria necesidad de cultivar herramientas
saludables para alcanzar una tranquilidad emocional ¿Cuál es la causa de esta
tajante necesidad, dado que si las conociéramos podríamos suprimir o reducir en
gran medida sus efectos?
Aunque
puede abordarse desde distintas perspectivas, debemos decir que existen
profundos factores culturales y sociales que están socavando esa sensación de
paz interior, que son marcadas fundamentalmente por el relativismo, la
manipulación de la moral natural y la ausencia de valores.
El relativismo con su
planteamiento de que no existen verdades absolutas pues depende del punto de
vista del individuo o de la cultura, genera una constante incertidumbre. Porque
si todo es relativo ¿en qué valor y/o moral puede apoyarse el hombre? Si los
referentes se han perdido ¿cómo guiar la vida? Preguntas propias de un razonar,
han logrado que se considere el dudar en esta civilización como una norma, con
la correspondiente respuesta de que para nada sirve defenderla y menos
transmitirla. Hay una frase de Gilbert Keith Chesterton (1874-1936) que dice “no
se puede formar a la gente si no se está convencido de lo que se defiende es lo
mejor” (9) y Hanna Arendt (1906-1975) afirmaba “la falta de
autoridad es una falta de convencimiento” (10). Como podemos
observar vivimos en un tiempo de crepúsculo y ausencia de valores y autoridad.
El relativismo lo ha conseguido, pues todo es según el punto de vista. La
acracia mezclada con el neo-comunismo ha conformado a padres poco convencidos e
hijos demandando autoridad, disciplina, seriedad y convicciones. Están siendo
los propios jóvenes los que demandan el cambio, aunque sin saber expresarlo o
manifestarlo y a veces tristemente utilizados por algunos grupos pseudo
políticos. Ven que algo no cuadra en la sociedad y se sienten desvalidos.
Necesitan todo aquello que no les hemos dado.
Un segundo punto
es el debilitamiento de los valores. El hombre es un ser gregario por
naturaleza, necesita sentirse parte de un grupo y cuando no existe una base
ética de “nosotros”, la sociedad se convierte en un conglomerado que con solo
tocarlo se desmorona al estar acompañado del impedimento de una autoevaluación
moral. Si ya no hay un bien o un mal que oriente nuestra conducta, si lo que
ayer era delito hoy es derecho, como es el caso de los nasciturus, muchos no
van a saber cómo evaluarse, lo que puede llevar a un vacío moral acompañada de
culpa.
Un tercer punto
lo encontramos cuando el manejo de la moral natural es distorsionada por
discursos interesados y un nuevo neolenguaje. Decía George Orwell (1903-1950)
en 1984 (11). “Hay que distinguir al que está con nosotros y al que no”.
Hoy una forma de clasificarte -entre otras- utilizando el lenguaje de género.
Luego al hacerlo se llega al proceso condicional del pensamiento de la
población e imponer desde el lenguaje los intereses del sistema. Decía Antonio Francesco
Gramsci
(1891-1937) “lo primero que hay que hacer es apoderarnos del lenguaje” (12).
Cuando la moral natural es distorsionada por discursos interesados puede
generar en los sujetos una disonancia entre lo que se siente como correcto y lo
que en este tiempo “debe” ser aceptado como bueno, produciendo un nuevo
malestar al verse afectado el juicio interno con nuevos modelos seguidos de
culpabilidad por consentirlos sin aceptarlos.
El cuarto punto
corresponde a la permanente hiperestimulación a la que estamos sometidos,
acompañada esta por lo inmediato, de que “siempre estamos llegando muy justo o
tarde” “de que hay mucha información que aún no hemos leído” generando en cada
sujeto un estrés crónico. Alejando del día a día, el necesario espacio parar,
reflexionar lo vivido en la jornada, reconciliarnos con la vida y de nuevo ser
agradecidos, elementos clave al ser imprescindibles para alcanzar la paz, como
dice el recientemente galardonado con el Premio Princesa de Asturias de
Comunicación y Humanidades de 2025, el filósofo y ensayista Byung-Chul Han
(1959) (13)
El quinto punto
tiene que ver con el privilegio que le hemos dado a lo virtual e individual,
debilitando los antaño vínculos centrados en la familia y la fe, dejando al
hombre sin un sostén relacional firme aumentando la inseguridad existencial.
Pocas familias y las pocas con solo uno o dos hijos y sin tiempo para
consolidar el necesario lazo, hecho que el devenir conduce al incremento -entre
otros- de la soledad. En anteriores artículos ya comentamos que esta realidad
ha llevado tanto al Reino Unido como a Japón, a crear un ministerio de la
Soledad a tenor del alto índice de personas viviendo en el más completo
abandono.
Hemos querido
dejar para el sexto y último punto, quizás para que sea el más recordado la
actual pérdida del sentido de transcendencia tan necesario para madurar y
crecer. La actual sociedad a través de los medios no cesa de insistir en hacer
olvidar al hombre que tanto el dolor como la pérdida son parte del crecimiento
en el momento que lo integramos a nuestra vida. Al hacerlo, estamos quitando el
sentido de propósito que lleva, autolimitándonos el necesario proceso de
aceptación de nuestro pasado, lo que es clave para una óptima salud mental.
Con el presente
artículo hemos pretendido aportar una visión, al decir que la tranquilidad y el
cultivar emociones no solo depende de técnicas de relajación o control mental,
sino de la coherencia entre nuestra vida, valores y sentido, algo difícil de
llevar a cabo en esta sociedad marcada de mensajes subliminales tan abstrusos.
Sin cimientos éticos y sin conexión con lo transcendente o con el legado que
dejamos es difícil que un sujeto alcance experimentar una verdadera paz
interior.
Bibliografía
1.
Goleman, D. (1997) ¿La salud
emocional? Conversaciones con el Dalai Lama sobre la salud, las emociones y la
mente. Editorial Kariós. Barcelona.
2.
Bach, E. (2022). Como cuidar la
salud emocional. 100 herramientas para calmar las emociones difíciles. Plataforma
Editorial. Barcelona.
3.
Ocegueda, C. (2023) El juego de
las Emociones: Identificación y Control.Independently published.
4.
Rokicki, R. (2023) Cómo controlar
tus emociones: Guía práctica de inteligencia emocional para superar la ansiedad
y alcanzar tu pleno potencial. Indipendently published.
5.
Morcillo, R. (2022) Después de la
dieta. R. López editores. Alicante.
6.
Morcillo, R. (2024) Mi padre y
yo. De su ausencia al abrazo. R. López editores. Alicante.
7.
Meurisse, T. (2020) Domina tus
emociones: Una guía práctica para superar la negatividad y controlar mejor tus
emociones: 1 de 10. Independently published.
8.
Marina,
JA. (2010) La inteligencia fracasada. Editorial Anagrama. Barcelona.
9. Chesterton, G.K. (2024) Sabiduría
e inocencia. Editorial Encuentro. Madrid.
10.
Arendt,
H. (2017) Verdad y mentira en la política. Editorial Página Indómita.
Barcelona.
11.
Orwell,
G. (2013) 1984. Editorial Debolsillo. Barcelona
12.
Gramsci,
AF. (2023) Cuadernos de la cárcel. Editorial Akal. Madrid.
13.
Byung-Chul
Han. (2024) La sociedad del cansancio y la desaparición de los rituales.
Editorial Herder. Barcelona.

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