viernes, 22 de agosto de 2025

 

CÓMO LOS JÓVENES ASIMILAN PENSAMIENTOS TÓXICOS EN LA NIÑEZ PERJUDICANDOLOS DE ADULTOS

Todo ser herido se ve forzado a la metamorfosis.

Franz Kafka (1883-1924)

 

Debemos decir que los pensamientos negativos, también llamados tóxicos corresponden no solo a ese conjunto de ideas propias que llevan al joven a percibir la vida de manera triste y en cierta medida melancólica, acompañadas con ese “dulce” regusto al apreciarlas, pudiéndole llevar a formar emociones relacionadas con un arquetipo de tristeza, ansiedad o frustración, sino también, que son patrones mentales que al repetirlos reiteradamente, pueden distorsionar la percepción de la realidad, terminando por afectar a sus emociones y arruinar la convivencia por todo un conjunto de equivocadas decisiones. Hoy comentaremos ¿Qué entendemos por estos pensamientos, como se originan y los perjuicios que pueden acarrear en el devenir del joven que lo padece? finalizando con libros al uso.

Entendemos por pensamientos tóxicos, aquellas ideas que terminan en muchos casos formando parte de nuestras creencias, terminando coartados, limitados, paralizados, aislados y autocastigados. Que son un puro veneno que de no recurrir a una ayuda profesional puede finalizar en tristeza al impedirnos ser. Decía nuestro neurólogo Carlos Castilla del Pino (1922-2009) la locura es no ser túEstamos hablando de ideas que nos restringen como “no valgo para estudiar”,” siempre seré un desgraciado” o “nunca lo lograré” para a continuación colmarnos de  ”vergüenza”, “culpa” y una “critica” que no cesa de destruirnos. Nos aísla “como defensa” poque pensamos que siempre vamos a terminar por defraudar a cuantos nos ofrecen afecto y ante todo posible éxito, quedamos paralizados o somos nosotros mismos los que lo dinamitamos toda posible acción de victoria.  

Su origen podemos encontrarlo en experiencias traumáticas, heridas emocionales pretéritas y/o actuales que como resultado han generado una baja autoestima, con el consiguiente acompañamiento de inseguridad, en muchos casos afectando a la salud mental y calidad de vida. La subvaloración es una constante en la vida al tener presente como marchamo afirmaciones del tipo anteriormente comentadas, siempre rumiadas al no saber gestionarlas y como consecuencia dañinas, al optar por somatizarlas.

Las causas más tempranas pueden ser halladas a nivel genético; no olvidemos que el temperamento se hereda mientras que el carácter se va haciendo en una constante interacción entre temperamento, ambiente y respuestas, y ahí es donde la crianza juega un papel en nuestra opinión determinante; el aprendizaje vicario, como se ha ido aprehendiendo y aprendiendo, dado que el hombre en cualquier situación tiende a actuar como tiene costumbre de hacerlo, más que como le gustaría hacerlo. Expuesto este comentario y a modo de sus raíces, debemos empezar por hablar de como nacen los pensamientos negativos y nada mejor que hablar del apego, de la necesidad de llevar a cabo desde la más tierna infancia el ejercicio de reconocer, de ser reconocido: observado, reforzado, guiado, acompañado de esas pequeñas responsabilidades que todo progenitor sabe que el ejecutarlas van a ser un seguro estímulo, éxito para su vástago.

La teoría del apego fue formulada por el psicólogo John Bowlby (1907-1980) como resultado de su investigación sobre la importancia de la necesidad de un vínculo emocional profundo y duradero entre padres e hijos a través del tiempo. Proponiéndolo como una necesidad biológica para asegurar el desarrollo emocional del niño. La figura paterna es clave en su desarrollo, al ser a través de ella como el niño adquiere responsabilidades, creencias y valores, realidad que le va a proporcionar el aprender a responder al mundo que le rodea. Las experiencias tempranas son las que van a moldearle al iniciar las relaciones, condicionando -muchas veces determinando- su futuro. Un apego seguro le va a permitir al niño sentirse protegido, siendo lo contrario desembocar a conflictos de relación, aislarse, no aceptar la realidad y como única opción optar por la metamorfosis, como única vía para evitar sufrir, sobrevivir al autoconcepto que se ha creado en función del paupérrimo reconocimiento que ha tenido, fracaso en las primeras responsabilidades y creencias cuajadas de pensamientos tóxicos. Y es que los años de niñez y adolescencia corresponden al periodo donde los cambios cognitivos, emocionales y sociales dejan una huella profunda. El niño ante el hecho de que va a llevar a cabo algo grandioso, jamás llevado a cabo con la pelota, le dice al padre “Papa mira” “Papa mira” “Papa mira” y ante la falta de respuesta, se queda quieto, nada hace, pensando que realmente si su padre -el ser más maravilloso y perfecto del universo- no le mira, es que lo que va a llevar a cabo no tiene ninguna importancia. Ocurre que de nuevo acaba de defraudar a su padre, eso se dice así mismo el niño. Pero al no ser la causa única, pasamos a nombrar y describir las que en nuestra opinión son los seis principios:

1.     Primeras experiencias. Los niños que crecieron con un padre ausente o poco dados al reconocimiento: observarles, amarlos, abrazarlos, estar por estar juntos, mirarse, reírse, jugar, darles justo las responsabilidades que sabemos que va a triunfar, negarles de este alimento metafísico, terminan por desarrollar patrones de pensamiento autocríticos, sentimientos de inseguridad y tristeza.

2.     Ficciones internas. El cerebro es incapaz de soportar el dolor, iniciando en su defensa el mecanismo de la metamorfosis, como al despertar Gregorio Samsa le ocurrió una mañana en la novela de Kafka (1): se inventan, se sumergen en un mundo irreal, distante, a veces de engaño, quedando atrapados en él al identificarse con sus pensamientos negativos, terminando siendo para de la identidad “siempre me pasa esto” “es mi forma de ser”.

3.     Aprendizaje vicario. La educación familiar, el sistema de enfrentarse al mundo que presentan los padres. Como conservan amigos, se relacionan con el resto de la familia, tipo de comunicación pues el lenguaje que emplee es importante. Su talante y ausencia de honestidad, van generando una forma de interpretar el mundo bajo un filtro basado en el miedo, la culpa y la desconfianza. 

4.     Carencia de habilidades emocionales. Muy relacionado con el anterior punto al ser parte de los aprendizajes propios del grupo primario que es la familia. Según como lo gestionen los padres, existe una correlación en la forma de llevarlos a cabo los hijos. Ante su ausencia, rápidamente como verdades absolutas se instalan los pensamientos tóxicos.

5.     Hábitat presente. La alimentación de la autocrítica a través de las comparaciones mayoritariamente en la edad temprana “Tu prima a aprobado todo” “tienes unas manos que cuanto tocas se rompe”” ¿Tanto te cuesta ser normal?”” ¡Eres un desgraciado”

6.     Factores biológicos. Aunque no determinantes, se ha constatado que niveles bajos de serotonina pueden generar en el cerebro una tendencia hacia lo negativo, al igual que a sujetos con una fuerte sensibilidad emocional o tendencia a la introspección profunda.

 

Todo cuanto hemos disertado, si no se gestionan pueden tener desconsoladas consecuencias en la vida adulta al influir en el trabajo, relaciones de pareja y toma de decisiones. Como más de una vez hemos comentado en distintos foros, ¡cuántos sujetos con un excelente coeficiente intelectual, brillante curriculum vitae terminan aparcados en la cuneta de la vida, mientras ven pasar a “segundones en su opinión” hacia los puestos de responsabilidad y honor! A tenor de ello, hacemos la siguiente pregunta para la reflexión: ¿De qué puede servirnos el talento si nos falla el talante?  En cómo puede llegar a perjudicar esta realidad, lo vamos a exponer en seis puntos:  

1.     Autoimagen distorsionada. Consistente en estar convencidos de que no valen lo suficiente. No son dignos del éxito pues terminarán defraudando, volviéndose en unos hábiles saboteadores de cuantas oportunidades se les presenta.

2.     Relaciones personales tóxicas. Al estar rumiando pensamientos tales como “al final se va a dar cuenta que no doy la talla” “no soy digno” “como se ha podido fijar en mi” terminan por generar aislamiento y/o celos y desconfianza en los demás. Recordemos lo comentado sobre las neuronas espejo.

3.     Decisiones escasas. El pensar que lo más probable es equivocarse, evitar una decisión lo considerará lo más saludable, hecho que a estos sujetos les va a dificultar el crecimiento al optar por permanecer en su zona de confort.

4.     Complicaciones en cuanto a la salud mental. Dado que, a tenor de su bajo autoconcepto, y su negación a enfrentarse con el problema, su respuesta tenderá a somatizar el posible proceso, lo que puede conllevar: dolores físicos si causa aparente, insomnio, fatiga, trastornos de ansiedad, obsesión, depresión.

5.     Bloqueo de talentos. Como con anterioridad hemos comentado, al no atreverse a mostrar su valía por mantener como freno el pensamiento tóxico de “no ser lo suficientemente capaz” le va a imposibilitar todo desarrollo personal y profesional.

6.     Refuerzo constante. A medida que más repiten estos pensamientos con sus correspondientes respuestas conductuales, más se fortalecen, llegando hasta tal punto que estén activados constantemente.

Con lo dicho pensamos que hemos podido dar respuesta a la pregunta correspondiente al título de este artículo que, aunque en una primera lectura pueda desalentar podemos afirmar que estamos hablando de una serie de patrones que en nada definen a la persona, son como gafas que se pueden cambiar, al contar con estrategias suficientes para transformar estos pensamientos cuando aparecen. Para nada estamos condenados a vivir con ellos. Con conciencia, apoyo profesional y práctica todo sujeto puede alcanzar a llegar a ser él. La plasticidad neuronal de nuestro cerebro no deja de sorprenderme como profesional al permitirme poder ayudar, crear nuevas formas de pensar, modificar conductas y sanar. 


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