domingo, 19 de enero de 2025

 

Felicidad, medicina de salud mental.

 

Hoy queremos hablar sobre la “felicidad como medicina de salud mental”. Del latín Felicitas. Empezaremos por referirnos a aquellos filósofos que la estudiaron, definieron y nos mostraron sus componentes. Aristóteles (384 a.C.-322 a.C.) discípulo de Platón (427 a.C.-347 a.C.) fue el primero en hablarnos de lo que llamamos felicidad. En su “Ética a Nicómaco” [1], define la Eudaimonia como “obrar bien y llevar una vida virtuosa y ética”. Hablamos de seguir la moral natural en cuanto a obrar bien y en cuanto a vida virtuosa, se está refiriendo a un vivir de manera honesta, camino que nos puede conducir a nuestra maduración y como miembros que vivimos en sociedad, agrandar el bienestar de la misma. El vivir obrando bien y de manera virtuosa nos hace ante los demás ser sujetos dignos de confianza y de respeto, realidad que nos permite abrir puertas en cualquier ámbito de la sociedad. Pero; ¿Cuáles son esos principios virtuosos que nos permiten alcanzar tanto bien? En primer lugar, la integridad. Si queremos ser felices debemos actuar coherentemente según nuestros principios y valores. Ser sinceros. Ser honestos, justos, tratar al prójimo con equidad, compasivos y moderados. Una vez concretados no basta con saberlos, el siguiente paso debe consistir en ponerlos en práctica mediante la reflexión sobre cuanto hacemos, el control, fomentar el valor de la empatía, humildad y seguir el ejemplo de arquetipos.

Marco Tulio Cicerón (106 a.C.-43 a.C.) introductor de las escuelas filosóficas helenas en la República romana, orador, político y abogado, consideraba que son las virtudes la única fuente de la felicidad. [2] Invitándonos a seguir la naturaleza congénita en el hombre. Debemos aspirar a la perfección, que se corresponden con las siguientes virtudes: sabiduría, justicia, valor y moderación. Como podemos ver, constructos que engloban idénticos pensamientos, que nos recuerdan la “ley natural”. El Decálogo.

Ya en el siglo primero, el cordobés Lucio Anneo Séneca (4-65) al escribir su tratado “Sobre la felicidad” [3] nos decía “la felicidad no es más que el simple acuerdo entre un ser y la existencia que lleva”. “te diré cuál es el verdadero placer y de dónde viene: de la buena conciencia, de las rectas intenciones, de las buenas acciones, del menosprecio de las cosas del azar, del aire placido y lleno de seguridad, de la vida que siempre pisa el mismo camino. Al leerlo no podemos hacer otra cosa que recordar tanto a Aristóteles como a Cicerón.

Para ir concretando, veamos como la define nuestro DRAE en sus distintas acepciones: 1. Estado de grata satisfacción espiritual y física. 2. Persona, situación, objeto o conjunto de ellos que contribuyen a hacer feliz. 3. Ausencia de inconvenientes o tropiezos”. Cada vez que leo y releo estas distintas acepciones de nuevo recuerdo el comentario anterior y concretamente pienso en la paz interior, que a su vez me lleva a la frase que dijo Jesús a sus discípulos: mi paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón ni tenga miedo (Juan 14. 26-27) y luego añade “estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tenéis tribulación; pero confiad, yo he vencido al mundo” (Juan 16.33). Jesús dio pautas y un arquetipo a través de su persona y obra.

Así permaneció su significado hasta el fin de la Edad Media en que hasta ese momento el cristianismo mostraba los pasos, pasos en su esencia idénticos al Decálogo que descendió Moisés del monte Sinaí, sumando el amor al prójimo. La felicidad implicaba cumplir la Ley de Dios, creer, tener fe y misericordia, entre otros. Cuando alguien los trasgredía, en todo momento era consciente, nadie se lo tenía que recordar. Pero con la llegada de la nueva Edad surge la Modernidad y el advenimiento del Renacimiento con sus características: la invención de la imprenta, el fortalecimiento de la Burguesía, la Reforma de Lutero y la Revolución Científica, creando por primera vez en occidente, un distanciamiento entre el poder político y el religioso y entre la fe y la razón. Se inicio en el siglo XV tras el descubrimiento de América que marco un cambio ontológico en la forma de ver el mundo.  A partir de ese momento la ciencia y el individuo iban a prevalecer sobre las creencias religiosas y tradiciones, hecho que afecto a la filosofía, ciencia, arte y forma de vivir. Realidad que hizo dar una nueva percepción al constructo felicidad. Ahora la felicidad no solo era cumplir lo dicho por Jesús. sino que también implicaba un bienestar material y emocional.

 

Con la llegada del siglo XX, en el pensamiento filosófico y teológico retoma importancia el pensamiento que afirma que no existe verdades universalmente válidas. Toda afirmación depende de conclusiones o contextos de la persona o grupo que la afirma. Regresa el viejo Relativismo de los Sofistas cogiendo carta de naturaleza, creando corrientes como el existencialismo, estructuralismo y nuevas concepciones de la filosofía de la ciencia a través de Kuhn y Lakatos. Su gran exponente a día de hoy es la posmodernidad, que defiende, el descentramiento de la autoridad intelectual, científica y la desconfianza ante los grandes relatos que presenta la sociedad. La verdad es relativa y está en función de la mayoría. La duda calo en el alma de las gentes y la cristiandad empezó a llenarse de paganos bautizados como decía Benedicto XVI.

 

Sobre esta actual modernidad, el sociólogo Zygmunt Bauman (1925-2017), Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades en el año 2010, en su libro “El arte de la vida” [4] constata la actual creencia de que existe un vínculo entre la felicidad, volumen y calidad de consumo, terminando por mostrar que esa búsqueda a través del consumo nunca puede terminar, al ser los propios mercados los encargados de perpetuarlo. Para ahondar en la confusión, el actual espíritu del tiempo (E.T.) no deja de repetir que tenemos derecho a ser felices a la vez que difumina la ley natural, y al unísono, mostrando como su sinónimo: el placer, hedonismo, ser admirado y tener la suficiente solvencia económica. Ser permisivos en cuento a las normas que consideramos morales. La modernidad ha conseguido transformar nuestro concepto de felicidad en la búsqueda de bienestar material, emocional y a la que debemos sumar lo manifestado por los entes gubernamentales, dónde la consideran un derecho por el que luchar, siendo uno de sus mayores compromisos ante la sociedad. Si iniciaron declarando bajo la bandera del liberalismo y democracia, el principio de sociedad laica. Dejo de ser penado, quitando todo poder ante un tribunal la palabra dada al igual que lo tiene el adulterio. En cuanto a los abuelos, estos aparecen, junto con los hijos, en muchos Servicios Sociales en la categoría de “cargas familiares”. No importa, son una carga, pero la sociedad luchara para asumirlos, facilitando de esa manera la felicidad al ciudadano. La mentira empieza a aparecer como un concepto relativo, hasta tal punto que en la investigación llevada a cabo por el Dr. Robert S. Feldman. [5] Psicólogo de la Facultad de Ciencias Sociales y del Comportamiento en la Universidad de Massachusetts, sobre la mentira, pudo constatar que, si la mentira está enraizada en nuestra sociedad, se debe fundamentalmente a que aprender a mentir forma parte del proceso de socialización infantil. La mentira es parte de nuestras vidas. El engaño un mecanismo decisivo para que la sociedad funcione adecuadamente. En la investigación llevada a cabo por la Dra. Bella De Paulo [6] sobre el estudio centrado en la mentira piadosa, pudo confirmar que por término medio mentimos al 35% de las personas. El robar, requiere una definición y pocos sienten culpa ante un error de la cajera en el supermercado. Desear la mujer del prójimo forma parte de la libertad de cada sujeto, máxime cuando se obtiene felicidad al ser correspondido, y en cuanto a los bienes ajenos, estos demandan una matización, un sujeto puede tener el bien de una casa que no utiliza, pero si una persona la necesita, el ocuparla en un principio será licito, y requerirá de un juez el dictamen, como actualmente ocurre en países como México y España.

En definitiva, la felicidad junto con la libertad son derechos de todo sujeto, a la vez que para su explicación nadie los concreta. Hasta la Edad Media. la manifestación de la felicidad era la paz, el equilibrio, y la libertad la herramienta necesaria para llevar a cabo la responsabilidad deseada. Las cuentas claras y el chocolate espeso, frase de la vieja Castilla. Y es que la libertad no tiene nada que ver con permisividad e irresponsabilidad, con hacer lo que a uno le guste en un momento dado, ahora con el agravante de ser permitido por ley, como es el caso del aborto, cambiar de esposa, abandonar hijos y abuelos. Olvidan que la libertad es solo para asumir responsabilidades, entrega, servicio. Si no hay responsabilidades ¿Para que la libertad? Se escucha en esta sociedad, “a mayor libertad, mayor soledad”, sabiendo que, si hay soledad en el ocaso de los años, fue por la mucha irresponsabilidad. Y esta es la realidad de hoy, una sociedad con una alta desorientación, un no saber si se obró bien o mal al tener olvidado el Decálogo a la vez que la Ley natural a modo de Pepito Grillo insiste y nos hace recordar. Es por ello que las librerías están repletas de libros de autoayuda y en la calle: incremento de suicidios, divorcios, alcoholismo, agresiones y depresión. La Organización Mundial de la Salud la ha catalogado como una epidemia mundial. Y es que las personas no son felices. No tiene paz.

El relativismo ha impregnado nuestra cultura, pensamiento y como consecuencia; nuestra forma de responder ante cualquier pregunta existencial. De la verdad, de lo que es bueno y nos conviene se encarga la Ley. La religión con su moral y mandamientos ha quedado relegada. La honestidad es difícil definirla y la moral requiere que nos la expliquen. Vivimos en un principio de caos. De nuevo querernos referirnos al filósofo Zygmunt Bauman, autor de la modernidad liquida [7] del hombre líquido moderno que cambia ante el menor contratiempo, se evade en nombre de la libertad que le proporcionan las leyes. Bauman profetizó que de no volver a la “verdad” a la “Ley natural”, a ese Decálogo que si preguntamos por la calle pocos recuerdan, tanto las enfermedades mentales como la depresión se dispararían. La felicidad está marcada por lo placentero y el consumo. No importa el daño que puedas causar a otros, lo importante es que te guste, te satisfaga; que seas “feliz”, olvidando que para alcanzar la felicidad el ser humano tiene que estar en posesión -entre otras- de dos elementos fundamentales: autoestima y amor. Es decir, trabajo, metas y entrega. Solo a través de la entrega nace la empatía con su correspondiente descarga al torrente sanguíneo de oxitocina como bien explica la Paleontología, y que el humano al sentirlo dice ¡Cómo me reconforta lo que hago! resultado de la pura descarga hormonal. La paz se adquiere sirviendo, dando, amando. No hay más que contemplar a la naturaleza para comprenderlo, miremos a los árboles frutales, cuando no se le recogen sus frutos; enferman, se transforman en arbustos, se secan. Solo los milenarios resisten a la desidia humana.

La felicidad es amar, es reconocimiento, entrega, empatia. Es asumir una misión en este mundo, e insisto; arrogarse una responsabilidad. Solo vale quien sirve. Ejerciendo la responsabilidad descubrimos que somos libres. Una libertad que no sea para adquirir responsabilidades; es fraude. La libertad nada tiene que ver con hacer lo que me de la gana, muy propio del Relativismo. La libertad es para poder hacer lo que debemos. A veces pienso que estamos determinados.

Una vez expuesto el camino que nos puede conducir a la felicidad, a la paz, y teniendo en cuenta que entendemos por Salud Mental, al conjunto compuesto por nuestro bienestar emocional, psicológico y social, es contundente afirmar que sin poseer felicidad alcanzar este estado es difícil.

 

Por último, y pensando en padres y educadores, recordarles que todo niño nace genio. No permitamos que el tiempo los vuelva vulgares.

 

Bibliografía

 

1.      Aristóteles, (2014) Ética a Nicómaco. Editorial Gredos. Madrid.

2.      https://dadun.unav.edu/bitstream/10171/794/4/4.%20BIENES%20Y%20DEBERES%20%C3%89TICA%20Y%20CULTURA%20EN%20CICER%C3%93N%2C%20SANTIAGO%20FERN%C3%81NDEZ%20BURILLO.pdf

3.      Seneca, L.A. (2013) Sobre la felicidad. Alianza Editorial. Madrid.

4.      Bauman, Z, (2017) El arte de la vida. Ediciones Paidós. Barcelona.

5.      https://www.umass.edu/newsoffice/sites/default/files/styles/large/public/FELDMAN%2C%20Robert%20img-feldman-upd.jpeg

6.      DePaulo, BM, Kashy, DA, Kirkendol, SE, Wyer, MM y Epstein, JA (1996). Mentir en la vida cotidiana. Revista de personalidad y psicología social, 70 (5), 979–995.

7.      Bauman, Z, (2003) Modernidad liquida. Fondo de cultura económica de España. Madrid.

 

Ramón Morcillo López PhD.

Doctor en Psicología.

Colegiado CV 06.004

 


 


jueves, 16 de enero de 2025

 

QUE INFLUENCIA TIENE LA AMISTAD Y EL AMOR EN LA SALUD MENTAL

 

Ya que vamos a hablar sobre un tema que no para todos puede que tenga el mismo significado, lo que en filosofía podríamos definir como constructo: “objeto que es ideal, que su existencia depende de la mente de cada sujeto”, empezaremos por definir que entendemos por amistad. Nuestra Real Academia de la Lengua (RAE) en sus distintas acepciones dice: Afecto personal puro y desinteresado, compartido con otra persona, que nace y se fortalece con el trato. Compañerismo, simpatía, lealtad, favor, amigos. Estamos hablando de una relación cordial, simpática, entre dos o más personas, así como también el respeto mutuo, principio que puede llegar a desarrollar confianza. La palabra amistad proviene del latín “amicitas” que a su vez viene de “amicus” (amigo) que a su vez procede del verbo “amare” (amar).

En la infancia, a través del apego, del reconocimiento, responsabilidades y libertad para errar otorgadas por los padres, ayuda a desarrollar habilidades, iniciar el autoconcepto y a adaptarse, y que, al entrar en la adolescencia, gracias al aprendizaje adquirido va a permitir buscar sujetos con cualidades similares, en un intento de avanzar en el desarrollo personal, como son: creencias y valores. Ya en la edad adulta, siempre me viene a la mente el recuerdo de escritor Torcuato Luca de Tena [1] donde al tocar este tema, repetía: “entre un hombre y una mujer, la amistad es imposible”. A la llegada de esa nueva etapa llamada de adulto mayor, el grupo de amistades en muchos casos se reduce, centrando el interés solo en aquellos con los que se comparte un vínculo emocional y familiar, a la vez que se amplía la relación con los necesarios “amigos esporádicos”.

A tenor de lo dicho, podemos decir que estamos hablando de una relación afectiva sustentada en valores, donde para su mantenimiento requerimos pequeños actos volitivo: interés y trato asiduo. Al no surgir siempre por afinidad este afecto personal, nos puede permitir el enriquecimiento en nuestras potencialidades, que se irán revalidando a través de los años.

En cuanto al amor, y volviendo de nuevo a nuestra RAE, nos habla en sus distintas acepciones: Sentimiento intenso del ser humano que, partiendo de su propia insuficiencia, necesita y busca el encuentro y unión con otro ser. Sentimiento hacia otra persona que naturalmente nos atrae y que, procurando reciprocidad en el deseo de unión, nos completa, alegra y da energía para convivir, comunicarnos y crear. Sentimiento de afecto, inclinación y entrega a alguien o algo. Tendencia a la unión sexual. Voluntad, consentimiento.

Según la Asociación Americana de Psicología, (APA) lo describe como una emoción que involucra fuertes sentimientos de afecto y ternura, sensaciones placenteras en su presencia, devoción a su bienestar y sensibilidad a sus reacciones hacia uno mismo.

A tenor de lo expuesto, a diferencia de otros sentimientos, estamos hablando de un interés por convivir y crear. Es decir, de un estado de madurez en el que voluntariamente se adquiere la asunción de responsabilidades. De un compromiso, de una convivencia; tener hijos. Fundar una familia y todo cuanto ello significa: la célula principal de la sociedad, donde la prole aprenderá valores, adquirir apego y creencias. El amor, como decía José María Pemán [2] en Nocturno a Margarita “No es la paz de estos largos nocturnos de miel”. Amarse Margarita es…. Amar es sacrificio, trabajo, entrega, lealtad, fidelidad. A veces renuncia por el bien superior de la prole, pareja. Dejar de llevar a cabo ese bien personal y deseado porque los tuyos te requieren, sabes que lo necesitan, y en la cima de la jerarquía de prioridades están la pareja y los hijos. Son el valor primario, esencial.

Una vez concretados este sucinto bosquejo, pasemos a definir que entendemos por Salud Mental (SS.MM). Podemos afirmar como SS.MM. al conjunto compuesto por nuestro bienestar emocional, psicológico y social. Determinante, al afectar a nuestra forma de pensar, sentir y actuar. Relacionarnos con otras personas, y toma de decisiones. Permitiéndonos de manera satisfactoria hacer frente en las interacciones. Es esencial para nuestro progreso, y está influenciada -en muchos casos determinada- por nuestros primeros años, al ser el periodo más sensible de nuestro desarrollo. Posteriormente se unirán las interacciones, donde cada sujeto las experimentará en función de su biografía. Tener y mantener una optima salud mental es básico para alcanzar y mantener amigos, amar, ser amado, formar, mantener y consolidad una familia. Una optima SS.MM. nos va a permitir desarrollar satisfactoriamente nuestras potencialidades, trabajar y contribuir a la mejora de nuestra comunidad. En nuestra opinión, es tal su repercusión social que consideramos de obligado cumplimento la búsqueda de apoyo ante los primeros signos de su resquebrajamiento.

Desarrollado estos tres conceptos, me gustaría optar por responder cambiando el orden a la pregunta, quedando como sigue: ¿Qué influencia tiene la salud mental en la amistad y amor? Y es que como con anterioridad hemos comentado, la génesis de salud mental -buena o menos buena- y que tanto nos va a condicionar, se forja en los primeros años de vida. Primero es el apego de la madre, luego el del padre el que le va a ir impregnado al niño su “fortaleza hasta en la identificación sexual”. A través del reconocimiento: miradas, abrazos, sustento, el niño va a ir introyectando lo que va aprendiendo y aprehendiendo -así, con “h” intercalada, por osmosis- y tomando conciencia de su “valor” y del mundo. Con las pequeñas responsabilidades que se le entregan, y que de seguro las puede llevar a cabo, siempre acompañadas del reconocimiento, el niño poco a poco va a ir adquiriendo sus primera habilidades y seguridad. La conducta precede al desarrollo. Aprender a errar gracias a la libertad. Los padres creen en él y como respuesta el niño crea, hace, ejecuta. Crece en responsabilidad porque cuanto hace agrada a los padres y el refuerzo que recibe de manera contingente es su mejor valor. Está plenamente convencido que ante cualquier desviación será juzgado por sus padres, pero también, que una vez dado el veredicto, este será automáticamente acompañado de misericordia y amor. Experimentando sin necesidad de palabras que, a pesar de la falta, sigue perteneciente al “grupo”, es pieza clave e imprescindible, y por supuesto: amado. Es fuerte.

Siguiendo estos pasos, -estamos comentando lo básico- tenemos una alta probabilidad de acercarnos a crear, consolidar en ese niño y futuro adulto, los tres pilares de la SS.MM.: bienestar emocional, psicológico y social. La influencia de este estado de confianza y comunicación con sus progenitores, con su grupo primario, va a ser un facilitador para el desarrollo de habilidades de cara a la incorporación en su grupo secundario compuesto por amigos y conocidos, haciéndole surgir en su interior el bello sentimiento de la amistad. En cuanto a ese constructo llamado amor: responsabilidad, sacrificio, fidelidad, honestidad. Saber que vale quien sirve. Cuando más sirves, más valor. La influencia de lo que aprehendió va a ser determinante, haciendo posible a través de este aprendizaje, el poder contribuir a la mejora de nuestra comunidad.

Con lo dicho queríamos transmitir que es la SS.MM. en cualquiera de sus signos, lo que va a influir, condicionar y casi determina en las relaciones de amistad y amor. Si un joven, adulto, careció de apego, no fue amado. Si tuvo un padre ausente, la probabilidad de que también él lo sea es alta, por no continuar hablando de más incidentes.

1.      Luca de Tena, T. Edad Prohibida. (2013) Editorial Austral. Barcelona.

2.      Pemán, J.M. Nocturno a Margarita (1958) RCA.