miércoles, 22 de octubre de 2025

 



ADULTOS MAYORES RESILIENTES EN TIEMPOS DE CRISIS PERSONALES.

 

 

Empezaremos por responder ¿Qué entendemos por resiliencia? La RAE nos dice en la primera acepción, que es “La capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o un estado o situación adversos”. En la segunda, se aleja del ser humano y nos habla de la “Capacidad de un material, mecanismo o sistema para recuperar su estado inicial cuando ha cesado la perturbación a la que había estado sometido”. Aunque nos pueda parecer extraña esta segunda acepción tiene su sentido, al tener este concepto su origen en la física.

              Hablar de resiliencia en el adulto mayor implica reconocer que, a esta etapa de vida, no se trata tanto de “resistir el golpe” que nos van dando o que nosotros nos creamos, como de “reconstruir un sentido” frente a las pérdidas, los cambios o crisis personales. A continuación, vamos a compartir una visión estructurada, tanto teórica como práctica sobre cómo aplicarla.

Al iniciar, hay que decir que la resiliencia en el adulto mayor en modo alguno es una capacidad que se “adquiere de nuevas” sino una fortaleza que se reactiva y resignifica a partir de experiencias con sentido previas. No se busca negar el dolor ni el deterioro, sino reconstruir la narrativa interna para que el sufrimiento se integre de forma saludable en su biografía. No como derrota, sino como aprendizaje, maduración.

              Debemos tener presente tres conceptos:  Comprender que la resiliencia no es sinónimo de optimismo, sino un sentido ante la adversidad. El adulto mayor resiliente sabe transformar la pérdida en sabiduría y legado. Y por último, tanto su grupo primario -familia- como el secundario -amigos, conocidos- puede y debe ser un magnífico punto de apoyo que le pueda permitir mantener esa reconstrucción.

              Y es que las crisis personales más frecuentes en la adultez, máxime con el beneficioso aumento de la esperanza de vida suele presentar las siguientes realidades:

1.      Pérdida de:

a.      Cónyuge o hijos.

b.     Reducción de autonomía o aparición de enfermedades.

2.      Sentimiento de inutilidad o de no pertenecer ya a ningún grupo.

3.       Ruptura en cuanto a papeles:

a.      Dejar de ser:

                                                                 i.     El proveedor. El jefe del grupo.

                                                               ii.     Cuidador de la casa, nietos.

4.      Conflictos intergeneracionales con su posible consecuencia de soledad tanto física como emocional, al estar abriendo las puertas de acceso al Centro Geriátrico.

 

 

 

Situaciones todas que en verdad pueden activar un proceso de duelo, pero también la oportunidad de una resignificación si se sabe acompañar adecuadamente.

Puede que quizás se estará preguntando, bien, pero ¿Cómo puedo trabajarla, aplicar una herramienta terapéutica? Por suerte las hay. A continuación, vamos a mostrar cinco, que, en nuestra opinión, consideramos las más efectivas:

 

1.      Reminiscencia.

Consiste en releer la biografía. Evocar no solo los recuerdos positivos, sino todos cuantos le puedan ayudar, a permitir llegar a reconocer sus recursos internos -que los tiene- Aquellos que uso en sus crisis anteriores.  Por ejemplo:

·       ¿Recuerda algún momento de su vida en que pensó que no podría salir adelante y sin embargo lo hizo? ¿Qué fue lo que lo sostuvo?

·       ¿Hábleme de ese día que se sintió único?

Sobre este tipo de frases debemos trabajar, ya que nos van a permitir reconectar con sus fortalezas que, con el paso del tiempo, en este presente lo tiene totalmente opacado.

 

2.      Resignificar el sufrimiento.

Ayudar a que el mayor vea la crisis como un capítulo más de su historia, para nada como el final. Por ejemplo:

·       Decirle a modo de dinámica, que narre la crisis -también puede escribirla- como si se tratara de un cuento en el que el protagonista aprende al final algo valioso. Al revivir desde una memoria distinta, donde ya no somos los mismos, al imagen de la percepción del pasado, suele ser otra.

Con ello lo que pretendemos es trabajar la autoeficacia narrativa y el sentido de continuidad vital.

 

3.      Vinculación y apoyo social.

Sabemos que la resiliencia se fortalece en red, por lo que promover vínculos significativos es esencial:  grupo primario -sobre todo nietos, si hay y los trata- secundario -comunidad-, de pares -que compartan edad, intereses o estatus social- Por ejemplo:

·       Crear “círculos de confianza” “dinámica de grupo” donde se puedan compartir experiencias de superación y gratitud.

 

4.      Transcendencia y espiritualidad.

Al margen de las creencias religiosas de cada sujeto, la espiritualidad, entendida como búsqueda de sentido y conexión con algo más grande, es un hermoso pilar resiliente.

Al margen del actual espíritu del tiempo donde hablar de espiritualidad puede parecer abrir la puerta de lo anacrónico, la tozuda realidad nos dice que, desde el inicio de la civilización, el hombre ha sido un ser religioso, con un sistema de creencias, prácticas y valores que le permitan dar sentido a la existencia y conectar con lo sagrado. Un conjunto de creencias y prácticas que lo unan con una fuerza superior.                                                                                                                                                                                                  

 

 Ejemplos en este punto serian:

·       Ayudarle a que identifique aquellas cosas, hechos que le siguen dando sentido o esperanza, con inclusión de aquello que perdió.

·       Incorporarse como miembro en una Orden religiosa, o como seglar en una tercera,

·       Colaborador en su parroquia.

 

5.      Reforzar un propósito.

Dentro del ámbito de sus valores, trabajar metas alcanzables, pequeños proyectos que le mantengan la sensación de utilidad. Por ejemplo:

·       Escribir sus memorias.

·       Participar en talleres.

·       Matricularse en la Universidad de Mayores.

·       Iniciar una carrera universitaria.

·       Aprender un:

o   Idioma.

o   Arte: música, pintura, fotografía, etc.

El propósito no es otro que generar un antídoto contra la desesperanza.

Una vez expuestas las herramientas, debemos decir que el sujeto que acompaña al mayor en este proceso no requiere de una especialización concreta, ya que su misión no consiste en entregar, digamos técnicas de resiliencia; su papel, a través de lo dicho va a consistir en “despertarla”. Ese es su objetivo, y para ello el valor que le solicitamos es tan solo el de escuchar con respeto, darle el valor que merece su dolor y facilitar que poco a poco o como reconocimiento en un momento dado, descubra sus propios recursos. Digamos que el espíritu de proceso para nada consiste en enseñarle a que resista a todo ese conjunto de casos, no, el acompañante es el sujeto que esta junto a él/ella mientras reconstruye con sentido. Conseguir que “esa rumiación” termine por ser digerida.

Su postura es, como en otros artículos hemos comentado, de convencer en la génesis de este concepto. Con-vencer, acompañar al vencido, al derrotado. Los caballeros de la Orden de Santiago, de Calatrava, al acabar cada batalla acompañaban al vencido, eran conscientes que perfectamente podría haber sido él en la lucha por alcanzar el mismo objetivo. Lo escuchaban respetando su dignidad, se mantenían a su lado hasta que el derrotado obtenía la enseñanza de su derrota; alcanzaba el punto final de la resiliencia.

Como guía terapéutica de fortalecimiento de la resiliencia en el Adulto Mayor ante crisis personales, con la finalidad de promover la capacidad de reconstruir, dar sentido y bienestar emocional ante pérdida o crisis personales, reactivando recursos internos, vínculos significativos y sentido de trascendencia, presentamos ocho sesiones con posibilidad de adaptación según ritmo y estado emociona del mayor.

Sesión. Introducción y evaluación inicial.

·       Propósito: comprender la crisis actual y establecer el vínculo terapéutico.

·       Contenido: que hable de su historia vital reciente, percepción de la crisis, impacto emocional y recursos previos de afrontamiento.

·       Ejercicio: presentar el “Mapa de la tormenta” consistente en identificar las amenazas y los factores que protegen.

·       Indicadores clínicos: conseguir que haya una alta disposición al diálogo, sin bloqueos.

Sesión. Reconocimiento de la historia de superación.

·       Propósito: reactivar la memoria de resiliencia.

·       Ejercicio: Empezar con los “Momentos en que salió adelante” (recuerdo guiado de situaciones pasadas de crisis y las estrategias utilizadas).

·       Reflexión: identificar sus recursos personales y relacionales que le ayudaron.

·       Indicadores: tomar nota de la presencia de orgullo biográfico, su tono emocional más esperanzador, inicio de reestructuración cognitiva.

3ª Sesión. Relectura del dolor actual.

·       Propósito: aceptar la experiencia sin negarla, dando sentido al sufrimiento.

·       Ejercicio: narrar “la historia con esa pérdida” desde una mirada compasiva.

·       Indicadores: la disminución de la carga emocional negativa. Una mayor coherencia narrativa, un lenguaje menos catastrófico.

4ª Sesión. Reconexión con los vínculos y redes de apoyo.

·       Propósito: trabajar el reforzar el sentido de pertenencia y apoyo social.

·       Ejercicio: “Mi red de sostén” consistente en crear el mapa afectivo. Identificar los vínculos a fortalecer o recuperar.

·       Indicadores: verbalizar gratitud, la búsqueda activa de contacto. Disposición a reconectar.

5ª Sesión. Espiritualidad, sentido y trascendencia.

·       Propósito: ampliar la mirada hacia valores y creencias que le den sentido a la crisis.

·       Ejercicio: identificar aquello que aún da esperanza. “Mi fuente de sentido”.

·       Indicadores: constatar presencia de serenidad, discurso de aceptación, sentimiento de continuidad vital.

6ª Sesión. Propósito y proyecto de vida.

·       Propósito: fomentarle la autoeficacia y la percepción de ser útil.

·       Ejercicio: “Lo que aún puedo ofrecer” Llevar a cabo un plan de acción realista, basado en sus talentos y metas.

·       Indicadores: constatar un incremento de energía vital, una actitud positiva acompañada de una visión de futuro.

7ª Sesión. Consolidación de aprendizajes.

·       Propósito: integrar sus recursos resilientes acabados de descubrir.

·       Ejercicio:Mi caja de herramientas personales”. Su síntesis de recursos emocionales, cognitivos, sociales y espirituales.

·       Indicadores: ya tiene un lenguaje de autoafirmación, una coherencia entre pensamiento y emoción. Estabilidad emocional.

 

 

 

8ª Sesión. Cierre y proyección.

·       Propósito: cerrar el proceso con sentido de logro y continuidad.

·       Ejercicio: escribir una carta a sí mismo o un ritual simbólico de cierre, como por ejemplo un agradecimiento al propio pasado.

·       Indicadores: obtener una expresión de gratitud, percepción de crecimiento y una serenidad ante el futuro.

 

Una vez realizado este proceso, sus indicadores de resiliencia fortalecida lo encontramos en: una reestructuración cognitiva. Es decir, reducción de pensamientos fatalistas, aumento de la autoeficacia y la esperanza, capacidad de integrar el dolor en su biografía, una mayor conexión afectiva con los demás y por último, un sentido renovado de propósitos y trascendencia.

Con el presente enfoque, que los animo a que lo sigan aquellos que lo requieran, alcanzamos que la resiliencia en el adulto mayor no sea una “capacidad de resistir”, sino un proceso de reconciliación y reconstrucción del sentido de la vida. Marcar un antes y un después en la percepción de la vejez y en la forma en que algunas personas afrontan su historia de vida.

Como síntesis diremos que “Ser resiliente en la vejez no es volver a ser fuerte, sino reconocer que nunca se dejó de serlo” Que, si se tomó en ese momento una decisión, fue porque creyó que era la idónea, y no otra.

 

 

 

Ramón Morcillo López Ph.D.

Doctor en psicología

Colegiado CV.06004

rmorcillo@ext.ucam.edu

https://rmorcillo.blogspot.com/

 


 

 

Bibliografía.

1.      Frankl, V. (2024) El hombre en busca de sentido. Herder Editorial.

2.      Cyrulnik, B, (2018) Envejecer con resiliencia. Cuando la vejez llega. Editorial Gedisa.

 

 


sábado, 20 de septiembre de 2025

 

SOBRE EL ALZHÉIMER

Empezaremos por precisar que la enfermedad del alzhéimer es un trastorno cerebral que lenta y progresivamente va destruyendo tanto la memoria, como la capacidad de pensar, afectando como consecuencia el comportamiento y personalidad del que la padece. Hay que subrayar que es el tipo más común de demencia, con síntomas que van empeorando con el tiempo. Es crónica y a día de hoy no hay un tratamiento definitivo.   A tenor de los datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS):

1.     Alrededor de 55 millones de personas padecen de demencia en el mundo, siendo la enfermedad de Alzheimer la causa más común (60/70%).

2.     152 millones de personas para el año 2050 se calcula que la padecerán debido a la esperanza de vida.

3.     En su impacto político, social, económico, sanitario y familiar se está trabajando incesantemente.

Esta realidad ha llevado a que se le denomine la “epidemia silenciosa”, y que la prevención sea la estrategia a trabajar, hecho que incluye:

En Hispanoamérica la prevalencia en personas mayores de 60 años (1), se sitúa alrededor del 4,6% y en mayores de 65 años puede variar entre 6/12%. (2). A tenor de la revista Primicias de Ecuador -aunque no podemos extrapolar los datos aportados al resto de los países hispanos- las mujeres parecen estar más afectadas que los hombres (3), prevalecía que podría tener relación con la mayor longevidad de las mujeres y posible menor detección o diagnóstico temprano en los hombres.

Ante esta realidad, en nuestra opinión, algunas de las líneas que consideramos clave para enfrentar este desafío son las siguientes:

1.     Políticas públicas de salud: el alzhéimer como prioridad: registro epidemiológico, protocolos, subsidios para cuidadores y apoyo.

2.     Prevención primaria: a través de la promoción de estilos de vida saludables:

a.     Alimentación equilibrada. 

 b.     Apoyo tanto del grupo primario -familia- y como secundario -amigos-.

c.     Ejercicio físico.

3.     Estimulación cognitiva y educación: a mayor educación reglada o no, siempre estaremos reduciendo tanto el riesgo como el deterioro cognitivo:

a.     Lectura.

b.     Universidades de mayores.

c.     Nuevos aprendizajes.

                                                                                  i.     Escribir, pintar, música, fotografía, etc.

4.     Prevención primaria: promoviendo estilos de vida que permitan reducir los factores de riesgo:

a.     Hipertensión.

b.     Diabetes.

c.     Colesterol.

d.    Depresión.

e.     Actividad física.

f.      Dieta.

g.     Hábitos saludables.

5.     Diagnósticos tempranos: lo que requiere invertir en capacitar a profesionales de la salud con el fin de poder reconocer signos tempranos con un respaldo diagnóstico neuropsicológicos en tanto en zonas rurales como urbanas.

6.     Atención integral: compuesto por psicólogos, médicos, trabajadores sociales y auxiliares con un completo programa de cuidados.

7.     Investigación: necesario llevar a cabo estudios longitudinales en toda Hispanoamérica que permitan estimar incidencias, una mejora en la determinación de los factores de riesgo en la población, diferencias por etnias, zonas y nivel socioeconómico entre otras.

 

Ramón Morcillo López Ph.D.

Doctor en psicología

Colegiado CV.06004

rmorcillo@ext.ucam.edu

https://rmorcillo.blogspot.com/

Cartagena, 20 de septiembre de 2025

  Referencias.

1.      Eficacia del manejo terapéutico del Alzheimer en adultos mayores. Revisión Bibliográfica | Pogo Ajila | Polo del Conocimiento

2.      Prevalencia del Alzheimer en adultos mayores de América Latina. Revisión bibliográfica | Ciencia y Educación

3.     https://revistagestion.primicias.ec/cifras/el-alzheimer-afecta-mas-las-mujeres-en-ecuador/?utm_source=chatgpt.com