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Empezaremos
por responder ¿Qué entendemos por resiliencia? La RAE nos dice en la
primera acepción, que es “La capacidad de adaptación de un ser vivo frente a
un agente perturbador o un estado o situación adversos”. En la segunda, se
aleja del ser humano y nos habla de la “Capacidad de un material, mecanismo
o sistema para recuperar su estado inicial cuando ha cesado la perturbación a
la que había estado sometido”. Aunque nos pueda parecer extraña esta
segunda acepción tiene su sentido, al tener este concepto su origen en la
física. 
              Hablar
de resiliencia en el adulto mayor implica reconocer que, a esta etapa de
vida, no se trata tanto de “resistir el golpe” que nos van dando o que
nosotros nos creamos, como de “reconstruir un sentido” frente a las
pérdidas, los cambios o crisis personales. A continuación, vamos a compartir
una visión estructurada, tanto teórica como práctica sobre cómo aplicarla.
Al iniciar,
hay que decir que la resiliencia en el adulto mayor en modo alguno es
una capacidad que se “adquiere de nuevas” sino una fortaleza que se
reactiva y resignifica a partir de experiencias con sentido previas. No se
busca negar el dolor ni el deterioro, sino reconstruir la narrativa interna
para que el sufrimiento se integre de forma saludable en su biografía. No como
derrota, sino como aprendizaje, maduración.
              Debemos
tener presente tres conceptos: 
Comprender que la resiliencia no es sinónimo de optimismo, sino
un sentido ante la adversidad. El adulto mayor resiliente sabe transformar
la pérdida en sabiduría y legado. Y por último, tanto su grupo primario
-familia- como el secundario -amigos, conocidos- puede y debe ser un magnífico
punto de apoyo que le pueda permitir mantener esa reconstrucción.
              Y
es que las crisis personales más frecuentes en la adultez, máxime con el
beneficioso aumento de la esperanza de vida suele presentar las siguientes
realidades:
1.     
Pérdida
de: 
a.     
Cónyuge
o hijos.
b.    
Reducción
de autonomía o aparición de enfermedades.
2.     
Sentimiento
de inutilidad
o de no pertenecer ya a ningún grupo.
3.     
 Ruptura en cuanto a papeles:
a.     
Dejar
de ser: 
                                                                
i.     El proveedor. El jefe del
grupo.
                                                              
ii.     Cuidador de la casa,
nietos.
4.     
Conflictos
intergeneracionales
con su posible consecuencia de soledad tanto física como emocional, al estar
abriendo las puertas de acceso al Centro Geriátrico.
Situaciones
todas que en verdad pueden activar un proceso de duelo, pero también la
oportunidad de una resignificación si se sabe acompañar adecuadamente.
Puede que quizás
se estará preguntando, bien, pero ¿Cómo puedo trabajarla, aplicar una
herramienta terapéutica? Por suerte las hay. A continuación, vamos a mostrar
cinco, que, en nuestra opinión, consideramos las más efectivas:
1.     
Reminiscencia.
Consiste
en releer la biografía. Evocar no solo los recuerdos positivos, sino todos
cuantos le puedan ayudar, a permitir llegar a reconocer sus recursos
internos -que los tiene- Aquellos que uso en sus crisis anteriores.  Por ejemplo:
·      
¿Recuerda
algún momento de su vida en que pensó que no podría salir adelante y sin
embargo lo hizo? ¿Qué fue lo que lo sostuvo?
·      
¿Hábleme
de ese día que se sintió único? 
Sobre este
tipo de frases debemos trabajar, ya que nos van a permitir reconectar con sus
fortalezas que, con el paso del tiempo, en este presente lo tiene totalmente
opacado.
2.     
Resignificar
el sufrimiento.
Ayudar
a que el mayor vea la crisis como un capítulo más de su historia, para
nada como el final. Por ejemplo:
·      
Decirle
a modo de dinámica, que narre la crisis -también puede escribirla- como si se
tratara de un cuento en el que el protagonista aprende al final algo valioso. Al
revivir desde una memoria distinta, donde ya no somos los mismos, al imagen de
la percepción del pasado, suele ser otra. 
Con
ello lo que pretendemos es trabajar la autoeficacia narrativa y el
sentido de continuidad vital.
3.     
Vinculación
y apoyo social.
Sabemos
que la resiliencia se fortalece en red, por lo que promover vínculos significativos
es esencial:  grupo primario -sobre todo
nietos, si hay y los trata- secundario -comunidad-, de pares -que compartan
edad, intereses o estatus social- Por ejemplo:
·      
Crear
“círculos de confianza” “dinámica de grupo” donde se puedan
compartir experiencias de superación y gratitud. 
4.     
Transcendencia
y espiritualidad.
Al
margen de las creencias religiosas de cada sujeto, la espiritualidad, entendida
como búsqueda de sentido y conexión con algo más grande, es un
hermoso pilar resiliente. 
Al
margen del actual espíritu del tiempo donde hablar de espiritualidad puede
parecer abrir la puerta de lo anacrónico, la tozuda realidad nos dice que,
desde el inicio de la civilización, el hombre ha sido un ser religioso, con un
sistema de creencias, prácticas y valores que le permitan dar sentido a la
existencia y conectar con lo sagrado. Un conjunto de creencias y prácticas que lo
unan con una fuerza superior.                                                                                                       
                                                                                          
 Ejemplos en este punto serian:
·      
Ayudarle
a que identifique aquellas cosas, hechos que le siguen dando sentido o
esperanza, con inclusión de aquello que perdió. 
·      
Incorporarse
como miembro en una Orden religiosa, o como seglar en una tercera, 
·      
Colaborador
en su parroquia.
5.     
Reforzar
un propósito.
Dentro
del ámbito de sus valores, trabajar metas alcanzables, pequeños proyectos que
le mantengan la sensación de utilidad. Por ejemplo:
·      
Escribir
sus memorias.
·      
Participar
en talleres.
·      
Matricularse
en la Universidad de Mayores.
·      
Iniciar
una carrera universitaria.
·      
Aprender
un: 
o  
Idioma.
o  
Arte:
música, pintura, fotografía, etc.
El
propósito no es otro que generar un antídoto contra la desesperanza.
Una vez
expuestas las herramientas, debemos decir que el sujeto que acompaña al mayor
en este proceso no requiere de una especialización concreta, ya que su misión
no consiste en entregar, digamos técnicas de resiliencia; su papel, a
través de lo dicho va a consistir en “despertarla”. Ese es su objetivo,
y para ello el valor que le solicitamos es tan solo el de escuchar con respeto,
darle el valor que merece su dolor y facilitar que poco a poco o como
reconocimiento en un momento dado, descubra sus propios recursos.
Digamos que el espíritu de proceso para nada consiste en enseñarle a que
resista a todo ese conjunto de casos, no, el acompañante es el sujeto que esta
junto a él/ella mientras reconstruye con sentido. Conseguir que “esa rumiación”
termine por ser digerida. 
Su postura
es, como en otros artículos hemos comentado, de convencer en la génesis de este
concepto. Con-vencer, acompañar al vencido, al derrotado. Los caballeros de la
Orden de Santiago, de Calatrava, al acabar cada batalla acompañaban al vencido,
eran conscientes que perfectamente podría haber sido él en la lucha por
alcanzar el mismo objetivo. Lo escuchaban respetando su dignidad, se mantenían
a su lado hasta que el derrotado obtenía la enseñanza de su derrota; alcanzaba
el punto final de la resiliencia.
Como guía
terapéutica de fortalecimiento de la resiliencia en el Adulto Mayor ante crisis
personales, con la finalidad de promover la capacidad de reconstruir, dar
sentido y bienestar emocional ante pérdida o crisis personales, reactivando
recursos internos, vínculos significativos y sentido de trascendencia,
presentamos ocho sesiones con posibilidad de adaptación según ritmo y estado
emociona del mayor.
1ª Sesión.
Introducción y evaluación inicial.
·      
Propósito:
comprender
la crisis actual y establecer el vínculo terapéutico.
·      
Contenido: que hable de su historia
vital reciente, percepción de la crisis, impacto emocional y recursos previos
de afrontamiento.
·      
Ejercicio: presentar el “Mapa de la
tormenta” consistente en identificar las amenazas y los factores que protegen.
·      
Indicadores
clínicos: conseguir
que haya una alta disposición al diálogo, sin bloqueos. 
2ª Sesión.
Reconocimiento de la historia de superación.
·       Propósito: reactivar la memoria de
resiliencia.
·       Ejercicio: Empezar con los “Momentos
en que salió adelante” (recuerdo guiado de situaciones pasadas de crisis y las
estrategias utilizadas).
·       Reflexión: identificar sus recursos
personales y relacionales que le ayudaron.
·       Indicadores: tomar nota de la
presencia de orgullo biográfico, su tono emocional más esperanzador, inicio de
reestructuración cognitiva.
3ª
Sesión. Relectura del dolor actual.
·      
Propósito:
aceptar
la experiencia sin negarla, dando sentido al sufrimiento.
·      
Ejercicio: narrar “la historia con
esa pérdida” desde una mirada compasiva.
·      
Indicadores: la disminución de la
carga emocional negativa. Una mayor coherencia narrativa, un lenguaje menos
catastrófico.
4ª
Sesión. Reconexión con los vínculos y redes de apoyo.
·      
Propósito:
trabajar
el reforzar el sentido de pertenencia y apoyo social.
·      
Ejercicio:
“Mi red
de sostén” consistente en crear el mapa afectivo. Identificar los vínculos a
fortalecer o recuperar.
·      
Indicadores: verbalizar gratitud, la
búsqueda activa de contacto. Disposición a reconectar.
5ª
Sesión. Espiritualidad, sentido y trascendencia.
·      
Propósito:
ampliar
la mirada hacia valores y creencias que le den sentido a la crisis.
·      
Ejercicio: identificar aquello que
aún da esperanza. “Mi fuente de sentido”.
·      
Indicadores: constatar presencia de
serenidad, discurso de aceptación, sentimiento de continuidad vital.
6ª
Sesión. Propósito y proyecto de vida.
·      
Propósito:
fomentarle
la autoeficacia y la percepción de ser útil. 
·      
Ejercicio: “Lo que aún puedo
ofrecer” Llevar a cabo un plan de acción realista, basado en sus talentos y
metas.
·      
Indicadores: constatar un incremento
de energía vital, una actitud positiva acompañada de una visión de futuro.
7ª
Sesión. Consolidación de aprendizajes.
·       Propósito: integrar sus recursos
resilientes acabados de descubrir.
·       Ejercicio: “Mi caja de herramientas
personales”. Su síntesis de recursos emocionales, cognitivos, sociales y espirituales.
·       Indicadores: ya tiene un lenguaje de
autoafirmación, una coherencia entre pensamiento y emoción. Estabilidad
emocional.
8ª
Sesión. Cierre y proyección.
·      
Propósito:
cerrar
el proceso con sentido de logro y continuidad.
·      
Ejercicio: escribir una carta a sí
mismo o un ritual simbólico de cierre, como por ejemplo un agradecimiento al
propio pasado.
·      
Indicadores: obtener una expresión de
gratitud, percepción de crecimiento y una serenidad ante el futuro.
Una
vez realizado este proceso, sus indicadores de resiliencia fortalecida lo
encontramos en: una reestructuración cognitiva. Es decir, reducción de
pensamientos fatalistas, aumento de la autoeficacia y la esperanza, capacidad
de integrar el dolor en su biografía, una mayor conexión afectiva con los demás
y por último, un sentido renovado de propósitos y trascendencia.
Con
el presente enfoque, que los animo a que lo sigan aquellos que lo requieran,
alcanzamos que la resiliencia en el adulto mayor no sea una “capacidad de
resistir”, sino un proceso de reconciliación y reconstrucción del sentido de
la vida. Marcar un antes y un después en la percepción de la vejez y en la
forma en que algunas personas afrontan su historia de vida.
Como
síntesis diremos que “Ser resiliente en la vejez no es volver a ser fuerte,
sino reconocer que nunca se dejó de serlo” Que, si se tomó en ese momento
una decisión, fue porque creyó que era la idónea, y no otra. 
Ramón
Morcillo López Ph.D.
Doctor en
psicología
Colegiado
CV.06004
https://rmorcillo.blogspot.com/
Bibliografía.
1.     
Frankl,
V. (2024) El hombre en busca de sentido. Herder Editorial.
2.     
Cyrulnik,
B, (2018) Envejecer con resiliencia. Cuando la vejez llega. Editorial
Gedisa.
SOBRE EL ALZHÉIMER
Empezaremos
por precisar que la enfermedad del alzhéimer es un trastorno cerebral que lenta
y progresivamente va destruyendo tanto la memoria, como la capacidad de pensar,
afectando como consecuencia el comportamiento y personalidad del que la padece.
Hay que subrayar que es el tipo más común de demencia, con síntomas que van
empeorando con el tiempo. Es crónica y a día de hoy no hay un tratamiento
definitivo.   A tenor de los datos de la
Organización Mundial de la Salud (OMS):
1.    
Alrededor de 55 millones de personas
padecen de demencia en el mundo, siendo la enfermedad de Alzheimer la causa más
común (60/70%).
2.    
152 millones de personas para el año
2050 se calcula que la padecerán debido a la esperanza de vida. 
3.    
En su impacto político, social,
económico, sanitario y familiar se está trabajando incesantemente.
Esta
realidad ha llevado a que se le denomine la “epidemia silenciosa”, y que la
prevención sea la estrategia a trabajar, hecho que incluye:
En
Hispanoamérica la prevalencia en personas mayores de 60 años (1), se sitúa
alrededor del 4,6% y en mayores de 65 años puede variar entre 6/12%. (2). A
tenor de la revista Primicias de Ecuador -aunque no podemos extrapolar los
datos aportados al resto de los países hispanos- las mujeres parecen estar más
afectadas que los hombres (3), prevalecía que podría tener relación con la
mayor longevidad de las mujeres y posible menor detección o diagnóstico
temprano en los hombres. 
Ante
esta realidad, en nuestra opinión, algunas de las líneas que consideramos clave
para enfrentar este desafío son las siguientes:
1.    
Políticas públicas de salud: el
alzhéimer como prioridad: registro epidemiológico, protocolos, subsidios para
cuidadores y apoyo.
2.    
Prevención primaria: a través
de la promoción de estilos de vida saludables:
a. Alimentación equilibrada.
b. Apoyo tanto del grupo primario -familia- y como secundario -amigos-.
c.    
Ejercicio físico.
3.    
Estimulación cognitiva y educación: a
mayor educación reglada o no, siempre estaremos reduciendo tanto el riesgo como
el deterioro cognitivo:
a.    
Lectura.
b.    
Universidades de mayores.
c.    
Nuevos aprendizajes.
                                                                                 
i.     Escribir,
pintar, música, fotografía, etc.
4.    
Prevención primaria: promoviendo
estilos de vida que permitan reducir los factores de riesgo:
a.    
Hipertensión.
b.    
Diabetes.
c.    
Colesterol.
d.   
Depresión.
e.    
Actividad física.
f.     
Dieta. 
g.    
Hábitos saludables.
5.    
Diagnósticos tempranos: lo que
requiere invertir en capacitar a profesionales de la salud con el fin de poder
reconocer signos tempranos con un respaldo diagnóstico neuropsicológicos en
tanto en zonas rurales como urbanas.
6.    
Atención integral:
compuesto por psicólogos, médicos, trabajadores sociales y auxiliares con un completo
programa de cuidados.
7.    
Investigación: necesario
llevar a cabo estudios longitudinales en toda Hispanoamérica que permitan
estimar incidencias, una mejora en la determinación de los factores de riesgo
en la población, diferencias por etnias, zonas y nivel socioeconómico entre
otras. 
Ramón
Morcillo López Ph.D.
Doctor en
psicología
Colegiado
CV.06004
https://rmorcillo.blogspot.com/
Cartagena, 20 de septiembre
de 2025
Referencias.