sábado, 12 de abril de 2025

 


                                                LA TRISTEZA EN LOS ANCIANOS


Vamos a iniciar este artículo escribiendo sobre la tristeza, del latín “tristitia”, una de las seis emociones primarias y temporales junto con la felicidad, sorpresa, miedo, asco e ira, causada esta por pensamientos de acontecimientos pasados de los que no nos sentimos satisfechos: errores, pérdidas o culpas entre otros. Nuestra RAE la define como “Cualidad de triste: pena, aflicción, desconsuelo, cabanga, melarchía. Que denota pesadumbre o melancolía”, y la Asociación de Psicología Americana (APA) la precisa como un “estado de infelicidad cuya intensidad puede variar de un nivel leve a un extremo, dependiendo de la valoración dada por cada sujeto”, que, si no sabemos manejarla, puede llegar a interferir en la vida diaria convirtiéndose en uno de los principales síntomas de lo que denominamos “trastorno depresivo mayor”.

Los principios pueden ser múltiples y sus posibles efectos manifestarse tanto a nivel físico - falta de energía, fatiga, problemas para dormir o sueño profundo e inactividad- como cognitivo - mente constantemente intranquila, rumiación, reiterados pensamientos sobre la “escena”- y conductual – apatía, miedo, baja autoestima-, pero aunque poseedora de una mala prensa, nos adelantamos diciendo que no estamos frente a un signo de debilidad sino ante una emoción poseedora de una alta función adaptativa y protectora, al permitirnos a través de la energía que genera afrontar la causa, permitiendo iniciar el proceso de favorecer la necesidad de regresar “a la escena”, alcanzar una explicación de los hechos, comprenderlos, aceptarlos, buscar soluciones, reorganizar la conducta que al asumirla, se transformará en aprendizaje con el consiguiente crecimiento personal, un nuevo estado madurativo y distinta percepción de la realidad.

 Definiendo ya que entendemos por tristeza -emoción temporal, perturbación por unos días- sus posibles efectos y génesis provocada por la causa, pasamos a tratar el tema objeto de este artículo que no es otro que la tristeza en los ancianos, de cómo y dónde surgen sus causas y consiguientes efectos. Tema candente de este tiempo, cuando nos encontramos ante una de las esperanzas de vida más larga de la historia, acompañada de un “espíritu del tiempo” marcado por la libertad, permisividad, relativismo, e irresponsabilidad, dejando -quiero pensar que no son conscientes quienes tienen el poder de llevar a cabo las soluciones- para detrás de las bambalinas, la gran verdad de que, en el interior de la mochila de toda libertad, consigo lleva el pesado paquete de la soledad. Sí; a mayor libertad, mayor soledad, de ahí el nuevo gran reto en que se encuentra la actual sociedad, donde cada día que pasa más y más estamos conectados virtualmente, a la vez que aislados socialmente.

En uno de sus últimos trabajos llevados a cabo por el Centro de Investigaciones Sociológicas CIS (1), se pudo constatar que el sentimiento de aislamiento, soledad y abandono en los mayores de 65 años (79,9%) es una de las grandes preocupaciones en esta etapa. Un 58,6% de los mayores, “sienten que sus hijos no les cuidan tan bien como en generaciones anteriores” y en la investigación publicada en BMC Medicine (2) advierte que “visitar regularmente a los miembros mayores de nuestra familia puede reducir significativamente el riesgo de mortalidad (39% menos probabilidades de muerte), resaltando la importancia vital de mantener lazos familiares y sociales fuertes”. Esta realidad agravada significativamente en este nuevo siglo hizo que en el año 2018 Gran Bretaña creara una Secretaría de Estado para tratar el tema de la soledad (3) y Japón desde el año 2021 ya cuente con un ministerio de La Soledad sustentado a raíz del análisis de Datos-macro de 2015 (4), encuesta sobre el estilo de vida y la percepción de las personas mayores realizada por la Oficina del Gabinete de Japón (5), donde se constató que “cada día se suicidaban una media de 63 personas y que el 16% de los adultos mayores de 60 años no contaban con nadie en quien apoyarse”.

 Y es que en esta etapa que definimos como de ancianidad en que nos encontramos, corresponde prioritariamente al tiempo de hacer las paces, quizás por sentir más que saber, que la próxima meta no va a ser otra que acompañar a la Parca en el momento preciso que ella diga. Por ello el anciano necesita de una energía que le empuje, que le haga “moverse” en busca de una solución para encontrar esa paz que ansía. Que la concordia va a depender de cómo se encuentre. Va a requerir de momentos de examen mientras la realidad que le rodea acompañada de su propio cuerpo le irá replicando, respondiendo: esto es lo que tienes, todo cuanto ves no es más que el resultado de tu obra; y muchos al contemplar cuanto le rodea sentirán tristeza con el agravante de saber que reorganizar ya es imposible; el ayer es etéreo, carece de consistencia física, pero el anciano cuenta con la energía proporcionada por la tristeza y el poder de cambio en la percepción. Poner proa hacia las rumiaciones de su biografía (Morcillo 2012) (6) gastando todo ese brío navegando a través de la reminiscencia, mientras va preguntándose: ¡Qué hice yo con mis talentos!, ¿Qué responsabilidades llegué a asumir a lo largo de todo mi tiempo? ¿Siempre huyendo? ¡Siempre quise ser libre! ¡Ninguna atadura! ¿Qué hice? ¿por qué estoy solo? ¿Quién me va a consolar, abrazar hoy? ¿Por qué nadie vendrá hoy a por mí? ¿Qué merezco? No le di la mano aquella tarde. Tampoco la acompañe a… (8). No le permití en aquella empresa ascender a… Gracias tristeza por crearme este estado, proveerme de la fuerza que me va a permitir tornar.

¿Asumiste responsabilidades? ¿Fuiste un amante del relativismo? Te preguntas mientras sigues rumiando la importancia de tiempo a los hijos junto a la imposibilidad de volver atrás. Bucear la infancia, quizás la ausencia del necesario apego de la madre bloqueando llegar al padre. la inseguridad. La indiferencia al ascenso en general. ¡Ahora te das cuenta de la importancia del talante tan superior a veces al talento! luego podrás quejarte al encuestador poniendo cara de bobo, de que tus hijos no te cuidan tan bien como en generaciones anteriores”. Esta realidad explica mucho de la tristeza en los ancianos. Tiempo de “confesión” acompañada de la necesaria fuerza para soslayar, hacerle frente, defenderte, rehuir la pregonada consigna de libertad susurrante de algunos estados/gobiernos progresistas para ayudarte a marchar, acompañarte, siempre asistirte, estar a tu lado si lo deseas a través de la eutanasia.

Cierto que al ayer no se puede volver. Decía Heráclito de Éfeso, enigmático filósofo del cambio (540a. C.- 480a.C.) (9) “no te puedes bañar dos veces en el mismo rio, aunque el rio se llame igual. Ni tú eres el mismo, ni el rio, ni el agua es la misma” pero gracias a lo que entraña la tristeza sí que el anciano puede cambiar su percepción del pasado, llegar al escoyo diciéndose asombrado como el ayer más que condicionar determina, a la vez que experimentar como la vida le está acompañando mientras él quiera buscarla. Será su propio cuerpo el que por suerte saldrá en su defensa generando esa emoción primaria y temporal que no es otra que la tristeza.

 Si, la tristeza es una herramienta de salud. Si personalmente es imposible pasar de la rumiación, recomendamos solicitar la ayuda de un terapeuta. Tomar la trocha de la metamorfosis, rendirse, no pasar de esos pensamientos obsesivos, no hacer uso de la energía proporcionada por la tristeza, estamos obligando a somatizarla -recordemos que la energía ni se crea ni se destruye- con sus correspondientes signos de malestar y posterior generador de enfermedad. Hacerla persistente, no querer/saber manejarla puede llegar a interferir en la vida del anciano, sumiéndolo en un nuevo trastorno que va a afectarle a su normal desarrollo funcional y de relación social, representado por alteraciones físicas y cognitivas; estamos hablando de que el anciano tristemente va a acabar entrando en un “trastorno depresivo”, por el hecho de convertirse la tristeza en constante. Decimos triste porque hay suficientes y probadas herramientas de éxito para enfrentarse a esta lacra y su correlación con la principal causa de muerte en los ancianos producida por enfermedades cardiovasculares.  

                                                                                                                

Ramón Morcillo López Ph.D.

Doctor en psicología

Colegiado CV.06004

rmorcillo@ext.ucam.edu

Aljorra, a 13 de abril de 2025

Bibliografía

 

1.       La Sociedad Anciana - CIS

2.       Home page | BMC Medicine

3.       ¿Por qué en Inglaterra crearon un "Ministerio de la Soledad"? | Bioguia

4.       Japón ya tiene ministro contra la soledad | Mundo Global | EL PAÍS (elpais.com)

5.       Ministerio de la soledad | SoledadES 

6.       Morcillo, R. (2012) Biografía y Senilidad. Bases para una ayuda individualizada. Universidad Católica de Murcia.

7.       www.soledades.es

8.       Morcillo, R. (2024) Mi padre y yo De su ausencia al abrazo. Ed. R. López. Alicante

9.       Heráclito, (1982) Heráclito fragmentos. Edit. Aguilar. Buenos Aires. 

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